Fausto García
“El hombre que oculta su pasado se niega a sí mismo”. (Fausto García)
La oración es todo un mundo, todo un campo profundo, sencillo y complejo a la vez. Depende mucho de como la veamos, la entendamos y aceptemos en nuestro mundo espiritual. Hay tantas definiciones de ella, que de seguro usted tiene la suya que le agrada. Pero pensando en que para los gustos los colores, Jesús quiso dejarnos la oración maestra, la oración modelo, del PADRE NUESTRO (Mt.6, 9-13). No pocas veces me he dicho ¡qué bueno es tener quien ore por uno! Lo es, porque, aunque uno ore, la oración de los hermanos, de la comunidad, de la iglesia, hace la unión y favorece el milagro o el favor de Dios, o la intercesión de la Virgen María, para los católicos. Como bien dice Jesús en su Evangelio, “Pues donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.» (Mt.18,20).
Y el apóstol Santiago dice en su Carta, 5, 13-20: “¿Hay entre ustedes alguno desanimado? Que rece. ¿Está alguno alegre? Que cante himnos a Dios. ¿Hay alguno enfermo? Que llame a los ancianos de la Iglesia, que oren por él y lo unjan con aceite en el nombre del Señor. La oración hecha con fe salvará al que no puede levantarse; el Señor hará que se levante; y si ha cometido pecados, se le perdonarán…”
Estamos celebrando la Cuaresma 2024. Cada tiempo litúrgico de la Cuaresma nos invita a las practicas propias del mismo, entre las cuales está orar con más tiempo y fervor, con más detenimiento y meditación o contemplación. Pues ella nos dirige desde un inicio a ver la cruz donde estuvo clavada la salvación del mundo, con la esperanza puesta en la resurrección, la cual en pequeño les fue mostrada en la Transfiguración de Jesús en el monte, a Pedro, Santiago y Juan. Y la cual nos he mostrada a cada uno de nosotros en cada celebración eucarística, donde el simple pan y el simple vino se convierten en el cuerpo y la sangre de Cristo, que se nos da y ofrece para ser comido y bebido, por eso dice su Evangelio, Jn. 6, 47-58:
“En verdad les digo: El que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida. Sus antepasados comieron el maná en el desierto, pero murieron: aquí tienen el pan que baja del cielo, para que lo coman y ya no mueran. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá para siempre. El pan que yo daré es mi carne, y lo daré para la vida del mundo.» Los judíos discutían entre sí: «¿Cómo puede éste darnos a comer carne?
Jesús les dijo: «En verdad les digo que, si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tienen vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre vive de vida eterna, y yo lo resucitaré el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Como el Padre, que es vida, me envió y yo vivo por el Padre, así quien me come vivirá por mí. Este es el pan que ha bajado del cielo. Pero no como el de vuestros antepasados, que comieron y después murieron. El que coma este pan vivirá para siempre.”
¿Quién no se ha visto en la necesidad de orar y de que otros oren por él? Tal vez los ateos. Y hay quienes dicen que estos lo son de la boca para afuera. Todos los que creemos en Dios y pertenecemos a alguna religión, llámese como se llame, hemos tenido la necesidad de orar en algún momento y de que otros se unan a nuestra petición. Quienes hemos sentido esa necesidad y tenemos hermanos que de verdad oran por nosotros, nos hemos dado cuenta de lo que eso significa y el momento mismo o al final podemos decir: que bueno tener quien ore por uno. Pues la oración es un alimento espiritual que viene a saciar esa hambre que hay en nosotros de sentir o experimentar la presencia de Dios en nuestras vidas, sobre todo, en esos momentos particulares con mayor necesidad o prontitud, y es entonces, que la oración de los hermanos nos ayuda a mantenernos de pie, en lucha, en oración, tal cual dos de los de Moisés, que les sostenían las manos mientras oraba. faustogarcia2003@yahoo.com